Messi debería renunciar a jugar en nuestra selección. Llamar a una conferencia de prensa, tomar el micrófono con la mano, mirar a los ojos a todos los periodistas que lo critican y lo criticaron y decir:
- “¿Saben qué? Me cansaron, me hincharon las pelotas. Me voy a casa, a Barcelona, donde me tratan bien, donde me alimentaron y me educaron, donde invirtieron para que yo termine siendo quien soy, donde me educaron y me enseñaron a ser respetuoso con el otro, donde la gente es agradecida, donde nadie me cuestiona el compromiso, donde jugar me divierte y no me enoja. Donde puedo errar, pasarme un año sin meter un gol y nadie me condena. Donde soy feliz. Arréglense solos. Vean qué hacen con los que quedan. Fíjense cómo hacen para volver a jugar una final del mundo o una Copa América. A mí me hincharon las pelotas con lo de ‘pecho frío’, con lo de ‘cagón’, y con la comparación con Maradona. Elijan el verso, canten que son los papás de los brasileros, insulten a los chilenos, sigan convencidos de que son los mejores del mundo… Porque no lo son. ¿Por qué carajo creen que son los mejores del mundo? Si ganaron un mundial comprando a Perú en las semifinales y ganaron otro porque tuvieron a Maradona iluminado. Y a nadie más que a Maradona, que después de eso no volvió a ganar nada más. Ni una Copa América, ni una Champions League, ni una Liga Española, ni una Medalla de Oro, ni siquiera un campeonato con Boca. ¿Quién les dijo que son los mejores del mundo? ¿Y por qué, para ser el mejor jugador del mundo, hay que ganar un mundial? Ahí están Distéfano -que entre otras cosas dijo que yo fui el mejor jugador que vio sobre la tierra- Platini, Cruyff, Zico, Gullit y Van Basten juntos, Cristiano, el pibe Valderrama, Eusebio, la araña Yashim, o el húngaro Puskas. Ninguno de ellos ganó ni ganará jamás una Copa del Mundo, pero a ninguno en sus países le gritaron ‘cagón’ cuando perdió una final. Me cansé muchachos, vayan a reclamarles títulos a los argentinos verdaderos. Pregúntense qué hubiera sido de la Selección en los últimos diez años si no hubiera estado yo”. Y chau. Y no volver nunca más.
No merece ser argentino. Es una injusticia que nos haya elegido. Deberían permitirle que se eche atrás y decida ser catalán, y jugar para la Selección española.
Demasiada ética tiene para serlo. Juega para que los demás jueguen y no se queja ni humilla al compañero cuando no se la devuelven. Es perfil bajo, no hace declaraciones grandilocuentes, no exclama estupideces que merezcan las celebraciones de las masas que solo entienden la vida entre ganadores y perdedores. No, Messi no es argentino, no lleva el ADN del resentimiento que nos empuja a decirle al derrotado “La tenés adentro”, ni les pide a sus compatriotas cuando gana la Champions League “que la sigan chupando”.
No alardea de sus botines de oro ni quiere más copas individuales. Nada. Lo único que quiere es ser campeón con Argentina, pero al tipo no le alcanza y “apenas” nos pone en dos finales en un año, una del Mundo y otra de América, y tiene tanta mala leche que las pierde, por un centímetro en Río, por un penal en Santiago, y cuando se larga a llorar, y muerde la bronca, un grupo de gritones que nunca le ganaron a nadie le dice: “cagón”, “pecho frío” o, lo más gracioso de todo, “antipatria”.
Justo a él, que a los 12 años se rajó de este país porque nadie le quiso pagar el tratamiento para crecer, y sin embargo nos eligió para representarnos. Y nos dio un campeonato del mundo juvenil y otra boludez: una medalla dorada en los JJOO. Pero eso no cuenta. Es antipatria porque juega mal una final y todas las miradas se posan en él.
Y cuando volvés a ver el partido entendés que cada vez que la tocaba le pegaban, lo rodeaban, lo agobiaban, lo pateaban en la panza y en la tribuna un grupo de enajenados maltrataba a sus familiares que tuvieron que esconderse en un palco… Pero no, para el argentino futbolero y bocón, es un cagón antipatria.
El colmo fue escucharlo a un tal Diego Díaz, un mediocre exjugador de Platense, devenido en actor y después en comentarista en TyC diciendo: “Se borró en la final, no tuvo compromiso”.
¿Qué final jugó Diego Díaz para autorizarse a decir semejante pelotudez? Ni una del ascenso. Pero agarra el micrófono y desata la injuria sin meditar nada. Mucho menos que ese tipo es el más grande jugador que dio la tierra en los últimos 30 años, y que todo el mundo se rinde a sus pies. Y entonces, hay que decirlo una vez más:
Messi no es argentino. No nos merece. No debió elegirnos.
Hoy sería campeón del mundo con España, dos veces Campeón de Europa y estaría disfrutando del sol en la mejor playa del mundo, corriendo con su hijo Thiago en la arena, sin tener que bancarse a un millón de imbéciles gritándole “cagón “.
Messi no es argentino, no nos merece en lo más mínimo. Es un regalo que nos hicieron y no supimos agradecer ni dimensionar.
Los argentinos no somos los mejores del mundo y deberíamos preguntarnos cuánto menos seriamos sin Lio.
Ojalá renuncie y entendamos qué huérfano de talento y belleza quedará nuestro fútbol. Se lo deseo a él. Se lo deseo a los millones de argentinos que no supimos tratarlo.